Durante la época romana, la Vía Augusta representaba la principal arteria de comunicación en la península ibérica. Se extendía desde los Pirineos hasta la ciudad de Cádiz, conectando las principales urbes de aquel tiempo. Carmona era una de estas ciudades, atravesada por la vía de oeste a este a través del cardus máximus, desde la Puerta de Córdoba hasta la Puerta de Sevilla. Aún hoy en día, cerca de la Puerta de Córdoba, se pueden observar restos de esta calzada y un puente de cinco ojos que data de la época imperial.

La construcción original de esta vía se remonta al siglo I d.C., durante el reinado del emperador Augusto, tras la finalización de las guerras civiles y el establecimiento del Imperio Romano. La Pax Augusta trajo consigo un período de gran esplendor económico y comercial, lo que llevó a la construcción de una puerta monumental, en lugar de una fortaleza al estilo de la Puerta de Sevilla, para conmemorar la grandeza del Imperio. Esta puerta, visible a varios kilómetros de distancia debido a su considerable altura, contaba originalmente con un cuerpo superior que, lamentablemente, no se ha conservado. Durante la época romana, Carmona tenía cuatro puertas que conectaban la ciudad amurallada con el exterior: las dos que aún permanecen, las de Sevilla y Córdoba, y las desaparecidas del Postigo y Morón, ubicadas en los extremos del cardus maximus y decumanus maximus.

De la Puerta de Córdoba original, solo se conserva una parte de la fachada, que originalmente medía alrededor de treinta metros, y un torreón poligonal. Esta puerta tenía tres arcos, siendo el central el más grande para permitir el paso de carruajes, mientras que los laterales eran para uso peatonal. En el siglo II, debido a la inestabilidad política, se cerraron los vanos laterales, los cuales ahora se encuentran dentro de las casas adosadas a la muralla. Con el tiempo, la Puerta de Córdoba perdió sus funciones defensivas y adquirió una arquitectura civil, funcionando prácticamente como una aduana durante el reinado de los Reyes Católicos. En el siglo XVI, se realizaron reformas renacentistas, seguidas de cambios barrocos en el siglo XVII bajo el reinado de Carlos II. La última intervención importante tuvo lugar a finales del siglo XVIII, dirigida por el afamado arquitecto neoclásico carmonense José Chamorro, que reconstruyó parte del monumento y lo consolidó.

En el interior de la Puerta de Córdoba, se encuentra un lienzo dieciochesco que representa a la Virgen de Gracia, patrona de la ciudad. Para acceder a ella, se entra por una puerta lateral en la casa adosada a la muralla en el lado derecho. Desde allí, se puede contemplar la fértil vega de Carmona, el puente y la calzada romana, así como el lugar donde se encontraba el Alcázar de la Reina, aunque actualmente apenas queda rastro de él. Su construcción se atribuye al período islámico, aunque hay discrepancias sobre su fecha exacta, y se especula que podría haber servido como residencia para diversas figuras históricas, como doña Leonor de Guzmán, doña María de Aragón, o doña Juana de Ponthieu. Finalmente, el Alcázar fue destruido por orden de los Reyes Católicos en 1478, acabando con su historia y sumándose a la lista de edificaciones que sucumbieron en la lucha por el poder.

Por último, cabe mencionar la leyenda de los gigantes de Carmona, que surgió en 1730 cuando el abogado José de los Reyes y Mendoza encontró huesos de gran tamaño en el Arbollón, que atribuyó a un gigante cuyo cuerpo habría medido aproximadamente 5,88 metros de altura.

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