Es una noche cualquiera, séptimo mes del año, la bruma conquista el ambiente y el sonido de las gaviotas no cesa durante la noche, hoy estoy en Almuñécar.

La antigua Seksi, ciudad fenicia que posteriormente pasó a ser la ciudad costera más importante del Reino de Granada.

No voy a mentiros, no conocía este paraje, y me ha sorprendido gratamente el entorno. Una ciudad esculpida en la montaña con una puerta siempre abierta al mar.

Es de esperar que la parte más árabe de Andalucía guarde leyendas esperando ser contadas, pero la historia que voy a redactar, no creo que se remonte tan atrás en el tiempo, ya que los árabes no creían en las sirenas.

Me encuentro resolviendo esta sopa de letras en la terraza del hotel, la ciudad duerme, únicamente se escuchan las obstinadas gaviotas, guardianes de la ciudad.

Cuentan los ancianos de la ciudad, que les contaron sus abuelos, que hace mucho tiempo vivía una mujer llamada Josefina y que enviudó a muy temprana edad. Su hija era la única persona que tenía en el mundo. Dedicó cada minuto de su reloj a cuidarla y criarla para que se convirtiera en una chica de provecho. Marina, que es como se llamaba, obediente con las instrucciones de su madre y firme en sus tareas diarias, vio cómo su madre enfermó gravemente, la chica buscó toda la ayuda posible por la comarca costera, pero solo se tenían la una a la otra y Marina no podía dejar sola a su madre durante demasiado tiempo. Muchos fueron los médicos que visitaron a Josefina, sin solución a su mal. Marina, que ya superaba la adolescencia, se había convertido en una mujer muy bella, en ocasiones los hombres del pueblo la cortejaban, pero esta negaba cualquier relación que la despistase del cuidado de su madre. Algunos se hacían pasar por curanderos para prometer a Marina la cura de su madre, cura que nunca llegó.

Marina salía hacia el mar cada noche, su carácter era reservado y mítico. Le gustaba escuchar el murmullo de las olas y observar en el horizonte el baño de plata sobre el mar de espuma.

En el pueblo la daban por loca, y esto llegó a oídos de su madre, hasta que un día ésta le preguntó: Marina, ¿cuál es el motivo de tus visitas a la playa? , y Marina le contestó: Voy al encuentro de mi amado, el mar. Josefina entre una mezcla de extrañeza y decepción le contestó: Hija mía como sigas así te convertirás en un pez.

Una mañana de junio, Josefina no pudo aguantar durante más tiempo su agonía, y la muerte se la llevó de la mano.

Se dice que Marina, tras enterrar a su madre, se dirigió a la playa llamada Puerta del Mar, se quitó la ropa, caminó mar adentro y nunca regresó.

Los habitantes del Almuñécar cuentan que, durante la luna llena de junio, se observa sobre el Peñón de Fuera, la silueta de una joven y hermosa sirena tumbada observando el horizonte, que desaparece minutos después, tras el baño de plata sobre la espumeante agua del mar Mediterráneo.

Buenas noches a todos, compatriotas del planeta tierra.

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