Una de las leyendas de Sevilla que más llama la atención a los visitantes y autóctonos es la que tiene como protagonista a Doña María Coronel, hija de Alfonso Fernández Coronel, copero del rey Don Pedro I.

Pronto contrajo matrimonio con Juan de la Cerda, descendiente de la familia Real de León y uno de los principales participantes en el levantamiento de los Trastamara contra el rey Pedro I. Esta conspiración contra el trono motivó al monarca a condenarlo por traidor, y habiéndole cogido prisionero en una batalla, ordenó que lo decapitaran.

Con el paso del tiempo, Doña María Coronel fue recuperándose de su pérdida, y se dedicó a administrar los bienes que le pertenecían por su dote, debido a que los bienes provenientes de su esposo habían sido confiscados por el rey y su casa, ubicada junto a la iglesia de San Pedro, derribada.

Hasta el momento, Doña María Coronel y el rey Don Pedro I nunca habían coincidido, hasta que un buen día, se encontraron por casualidad. Desde ese mismo instante, Don Pedro quedó prendido de su belleza y desde aquel momento, la persiguió con el fin enamorarla. Pese al ahínco de la dama sevillana por huir de él, Don Pedro siempre la acaba encontrando. Desesperada por poner fin a esta pesadilla, cogió aceite hirviendo para desfigurar su rostro y acabar con las pretensiones del rey.

El monarca, movido por su enorme sentimiento de culpabilidad dado los hechos ocurridos, le cedió el solar de su marido a María Coronel en el que, poco después, esta construyó el Convento de Santa Inés, lugar que a día de hoy sigue siendo uno de los monumentos más característicos de la ciudad.

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